Shaun Tan es un genio; puedo decirlo yo y que me hagáis caso, en un ataque irracional de confianza por parte de quienes leéis estas líneas, pero basta echar un ojo a su obra –ya sea medio bizco o con lupa– para que caigan de un plumazo todas las reservas. Además es un genio desde hace años, lo cual es decir mucho, pues no llega aún a los 45 años, pero como se estira poco, no creo que sus trabajos vayan a inundar nunca páginas webs ni artículos sobre ilustración o novela gráfica a pesar de los numerosos galardones que ha recibido a lo largo de su carrera profesional.
Shaun Tan, aunque no lo parezca ni por nombre ni por facciones, es de nacionalidad australiana, pero de padre japonés, y desde bien zagal le dio por escribir y hacer garabatos, así que con el beneplácito de sus padres –fieles amantes ambos del arte y de la libertad expresiva de los infantes– olvidó gracias a Dios su posible carrera de ciencias para concentrarse en el dibujo y en la escritura. Y así, poco a poco, este escritor, ilustrador, dibujante, diseñador y director de cine de animación fue demostrando que podía desenvolverse con absoluta soltura en cada palo que tocaba. De los últimos pinitos, la creación y dirección de un corto de animación basado en una obra suya, «La cosa perdida», que ganaría el Oscar en 2011. Tan bueno el tipo, que hasta Pixar decidió contar con sus servicios para algunos diseños de la película WALL·E.
A Tan siempre le ha dado un poco de coraje lo de encorsetar el arte. Él mismo señalaba en una entrevista que no entendía muy bien la clasificación de sus primeros libros ilustrados como literatura infantil, cuando en referencia a sus cuadros e ilustraciones surrealistas a nadie se le había ocurrido ponerles coto. Y ciertamente, admirando sus trabajos, como el maravilloso cuento «El árbol rojo» (2001), tal epíteto sería como meterle la cuña de infantil a la magna obra simbólica y política «Alicia en el país de las maravillas»; y hacerle una crítica despiadada bajo esos supuestos.
Lo bueno de Tan es que al poco de tener que asumir –no aceptar– tamaños desmanes, llegó «Emigrantes» y las bocas se silenciaron como ante un cuadro de museo. «Emigrantes» es una novela gráfica, si bien no cuenta con el más mínimo diálogo, que convierte a todo lector en un extraño que acaba de aterrizar fuera de sus fronteras de origen. La estructura del libro y su enfoque narrativo hacen que resulte casi imposible no empatizar con la figura de aquellas personas que se han visto en la necesidad de dejar hogar y familia para buscar una vida mejor y más digna; al mismo tiempo que el protagonista, quien se sumerge en sus páginas, se ve obligado a realizar un imposible ejercicio de descodificación cultural, en el que nada se entiende, todo resulta inverosímil, inadaptable y hasta la fauna parece sacada de una novela de ciencia ficción. Aunque parte de las ilustraciones de la obra y el trabajo inicial de investigación de Tan se basan en fotos reales de las corrientes migratorias de alrededor de 1900, el ambiente fantástico y surrealista de los paisajes urbanos así como el lenguaje y los símbolos que reproduce el autor a lo largo de la novela gráfica dotan a todo el relato de una intemporalidad apabullante.
No soy yo mucho de invitar al respetable a comprar y atesorar elementos prescindibles en las estanterías de casa, pero si hay un libro del todo disfrutable en cada una de sus ilustraciones y merecedor de habituales revisiones es, sin duda, «Emigrantes», que desde el propio diseño de la cubierta, las solapas y las créditos es una auténtica joya.
Gracias a ti por comentar 🙂 .
Cuando vi la novela gráfica hace años me quedé impresionado absolutamente.
No conocía a este artista, gracias por compartirlo… y si, es un genio…