Abderrahmane Sissako
Si a un alma cándida le da por poner en su buscador web habitual las palabritas CINE AFRICANO los resultados no podrían ser más desalentadores. Más allá del desconocido Festival de Cine Africano de Córdoba (FCAT, en sus siglas, pues hasta hace tres o cuatro años tenía lugar en Tarifa) apenas vuelca información de valor, como si el séptimo arte hubiera pasado de puntillas desde Sudáfrica hasta Marruecos sin hacer el más mínimo ruido. Y eso sin centrar la búsqueda en el África negra subsahariana evitando así a Túnez o Egipto -países en los cuales ya se rodaron películas allá por mediados de los años 20 del pasado siglo-, porque de haber tomado esa decisión deberíamos acercarnos hasta 1966 para encontrar el primer filme rodado en el continente por un director negro: “La noire de…”, del activista senegalés Ousmane Sembène y que rompería de manera radical con un estilo supuestamente de denuncia, pero marcado por una idea occidentalizada y que suponía en realidad una novedosa forma de colonialismo.
Este nuevo enfoque de cine, de raíz taxativamente africana, ni provocó entusiasmos en Europa y en Estados Unidos de América ni los provoca en la actualidad, siendo su presencia absolutamente residual (o sencillamente inexistente) en las carteleras alternativas de nuestro país fuera de las filmotecas. Tanto es así que el mismo FCAT celebrado el año pasado no contó en toda la semana ni con un solo estreno para sorpresa de propios y extraños. Y es que, aunque la tradición africana de pueblos narradores de grandes historias se remonta al origen de los tiempos, es aún más cierta la habitual falta de costumbre de recopilarlos y estructurarlos a partir de un método, y eso convierte al cine africano en un ejemplo de pragmatismo, concreción y sencillez que no resulta fácil apreciar para una mentalidad occidental.
Abderrahmane Sissako, realizador mauritano formado en Moscú, recoge fielmente el testigo dejado por Sembéne, sin renunciar un ápice al realismo y simplicidad a los que hacíamos referencia como características clave de este modelo cinematográfico, y “La vida en la tierra”, que podría considerarse su primer largometraje si exceptuamos el documental de 60′ “Rostov-Luanda”, grabado en formato de vídeo en 1997, es un claro ejemplo de ello.
No suele haber nada melancólico en el cine de Sissako, más conocido en Europa por su reivindicativa y premiada cinta “Bamako” (2006), y no podía ser de otra forma en la comedia dramática “La vida en la tierra”, una pura experiencia, descriptiva y cuasi documental en la que vemos transcurrir ni con placer ni con desencanto el monótono existir de los habitantes de Sokolo, un pequeño pueblucho de Malí, ocupados en la rutina y cuyos hombres -mientras las mujeres recogen agua o lavan la ropa- ya tienen bastante preocupación con verlas venir, cosiendo o practicando algún que otro hobbie, o haciendo el pino para seguir a la sombra de una casita desde que amanece hasta que se pone el sol. Una escena tan cómica como terrible. Sissako, con una fotografía capaz de transformar en belleza inmarcesible los parcos y ocres parajes, nos regala una y otra vez una sencillez narrativa que impacta y emociona, que hace al espectador partícipe de la realidad de una manera seria y sensata que renuncia a todo lo superfluo y oportuno excepto al humor y a la sátira.
Es recurrente en el cine de Sissako el tema de la partida o del regreso, tal vez porque todo arte es en sí autobiográfico, pero curiosamente, ese halo de tristeza ante la imposibilidad de cambio y que en parte puede parecer una negación sutil de la esperanza, se convierte un bastión de lucha gracias a la forma de hacer y proponer del director mauritano, tan ausente de misticismo empalagoso, de justificación… y transforma toda aburrida escena en un juicio moral, aun sin necesidad de plasmarlo de manera cristalina y en un estilo mucho más similar a «Heremakono» (2002) que al que desarrollara con posterioridad en la nombrada “Bamako” o de manera terrible y ausente del más mínimo resquicio para la risa en su última obra «Timbuktu» (2014), posiblemente la más lúcida reflexión frente al yihadismo y a favor de la libertad que pueda verse en una sala de cine.
Tan raro es esto del cine africano que no puedo poner ni enlace de descarga gratuita de la película en castellano, así que habremos de conformarnos con la versión original pinchando aquí.
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