«Matadero cinco» (1969)

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Kurt Vonnegut by Lysistrata

Uno de los ejemplos paradigmáticos acerca de ese dicho de que la historia la escriben los vencedores es sin duda el bombardeo de Dresde, llevado a efecto durante tres días consecutivos por la aviación aliada pocas semanas antes de la capitulación alemana en la Segunda Guerra Mundial, que devastara toda la ciudad con bombas y dispositivos incendiarios dejando a su paso decenas de miles de cadáveres, la mayoría civiles. Los datos, casi imposibles de confirmar, van desde los 25.000 muertos a los más de 200.000 según las fuentes.

Este incidente, que tal vez debería nombrarse como vergüenza nacional en todos los países con fuerzas implicadas, apenas es nombrado en las noticias cuando aún persisten dudas más que serias de si debería ser considerado como crimen de guerra.

Vonnegut, un tipo supuestamente de lo más corriente, quien siendo soldado formó parte del ejército de infantería de Estados Unidos en la batalla de las Ardenas, fue capturado por las tropas alemanas a finales de 1944 y conducido a Dresde donde fue encerrado en un sótano llamado matadero 5, en el que, junto con otros compañeros, logró sobrevivir al bombardeo de la ciudad. Tan tremenda experiencia fue una constante en su producción literaria, donde hace referencia a ella en varias de sus obras aparte de dedicarle la satírica novela que nos ocupa.

Difícil de encuadrar en un sólo género, “Matadero cinco” bebe de la ciencia-ficción, el surrealismo, la comedia y la distopía, pero en todo momento queriendo Vonnegut remarcar de manera preclara el realismo, la verdad, la historicidad de todo cuanto relata, de su tragedia personal por más inverosímiles que puedan resultar muchas de las narraciones que describe, y que enmarca repetidamente su álter ego Pilgrim dentro de la expresión común al final de cada una de ellas con un lacónico: así es la vida.

    «Todos somos insectos prisioneros en ámbar», se lee al final de uno de sus primeros capítulos, y puede servir esta expresión de resumen del sin sentido y de la crítica despiadada con los que Vonnegut nos describe la verdad que contiene en esa frase: la muerte metódica, sistemática de infinidad de personajes nada más ser sacados a escena. Ese punto infinito de eterno retorno casi imposible de sortear y puro choque de intereses entre el deseo y la fatalidad que se impone tiene su punto álgido en el enfoque inicial y más que imposible con el que el protagonista se enfrenta al bombardeo de Dresde, de atrás hacia adelante, como en un retorno al pasado imborrable, y que también queda definida de manera magistral, en una especie de confesión de autor que recuerda indefectiblemente la voluntad del papá Benigni en «La vida es bella» o del judío Williams en «Ilusiones de un mentiroso», en varias fases de la novela:
«Los dos intentaban rehacerse a sí mismos y rehacer el universo entero. Y por eso la ciencia ficción constituía una tan gran ayuda para ellos».
O esta otra aún más redonda que le suelta Rosewater, uno de los protagonistas, a un psiquiatra:
– Creo que ustedes van a tener que inventarse un buen montón de mentiras bien dichas, o la gente no querrá seguir viviendo».
Un enfoque narrativo y uso de las situaciones absurdas similar en parte a la controvertida «La espuma de los días», de Vian. Los dos autores parten de situaciones duras y reales (el francés de la enfermedad terminal de su mujer y el estadounidense del bombardeo de Dresde) y a raíz de los sentimientos de indefensión y desesperanza que ello provoca crean universos ficticios con los que revertir en cierta medida el mundo que les rodea y lograr explicarlo, como evasión sobre todo en el caso de Vonnegut, y como deformación de la realidad en el caso de Vian. Ambos otorgándole verdad a los sentimientos por encima de todo lo demás.

Pero en el fondo Vonnegut era un hombre crédulo en mitad del desastre, y podría decirse que al final de la novela no renuncia a la esperanza, del mismo modo que sucede con la familia terrestre en las «Crónicas marcianas» de Bradbury: siempre nos quedará Tralfamadore, un lugar desde el que comenzar una nueva vida a pesar de las tragedias y luchar sobrado de cuerda locura a imagen de Billy, o como Don Quijote contra los molinos de viento.

Puedes descargar la novela completa pinchando aquí.

   -Otra vez te he salvado la vida, necio bastardo. – Dijo Weary a Billy, en el hoyo. Había estado salvándole la vida continuamente. Con el muchacho era absolutamente necesario echar mano de la crueldad, pues él no hubiera dado un solo paso para salvarse. En efecto, Billy quería abandonar. Hacía frío, hambre, aturdimiento y era incompetente. Para él, en aquellos momentos apenas existían diferencias entre estar dormido o estar despierto; ya no distinguía entre andar o quedarse quieto. Deseaba que todo el mundo le dejara solo. «Muchachos, continuad sin mí», repetía una y otra vez. La guerra era una cosa tan nueva para Billy como para Weary. Porque también éste era un sustituto. formaba parte de una batería de artilleros, pero solamente había ayudado a disparar un proyectil, en un cañón antitanque de 57 milímetros. El cañón hizo un sonido desgarrado, como si se hubiera abierto la cremallera de la bragueta del Dios Todopoderoso, y barrió la nieve llevándose por delante la vegetación. El disparo, dio en el blanco, pero la huella dejada en el suelo mostró con toda exactitud a los alemanes el camuflado escondrijo del arma. El tanque «Tigre» a quien iba destinado el cañonazo giró lentamente su hocico de 88 milímetros, vio el rastro en el suelo y disparó. Murieron todos los de la batería menos Weary. Así fue.

Un comentario en ««Matadero cinco» (1969)»

  1. Un novelón. Probablemente el mejor que he leído de Vonnegut, y eso que a mí el Sr. Kurt me gusta mucho pero mucho.Adjunto 3 frases célebres de sus novelas, algunas de las que más me han gustado:«Los fascistas son personas inferiores que cuando les dicen que son superiores se lo creen.»—Payasadas, Kurt Vonnegut—«Yo estaba en el bar con Newt, H. Lowe Crosby y una pareja de desconocidos cuando divisamos San Lorenzo. Crosby hablaba de los mequetrefes.-¿Saben qué entiendo yo por mequetrefe?-Conozco la palabra -dije-, pero evidentemente para mí no tiene las mismasconnotaciones majaderas que tiene para usted.Crosby estaba bebido, y con la ilusión propia de los borrachos de poder hablar con sinceridad, siempre que sea cariñosamente. Habló con sinceridad y cariño de la estatura de Newt, algo que hasta ese momento nadie en el bar había comentado.-No me refiero a un tipo pequeñito como este. -Y Grosby puso su manaza en el hombro de Newt-. No es la estatura lo que hace de un hombre un mequetrefe. He visto a hombres cuatro veces más grandes que nuestro amiguito, y que eran unos mequetrefes. Y he visto a tipos pequeñitos, bueno, en realidad no tan pequeñitos como este, pero joder, muy pequeños, a los que llamaría auténticos hombres.-Gracias -dijo Newt afablemente, sin mirar siquiera la monstruosa mano que tenia en su hombro. Nunca había visto a un ser humano mejor adaptado a un impedimento físico tan humillante. Me estremecí admirado.-Estaba usted hablando de los mequetrefes -le dije a Crosby, con la esperanza de que le quitase a Newt de encima el peso de su mano.-Es verdad, joder. -Crosby se puso tieso.-Todavía no nos ha dicho usted lo que es un mequetrefe dije.—Un mequetrefe es alguien que se cree tan jodidamente listo, que no puede estarse con la boca callada. Digan lo que digan los demás, siempre tiene que discutir. Si usted dice que algo le gusta, le juro que dirá que está usted en un error por gustarle eso. Un mequetrefe hace lo que puede para que se sienta usted siempre como un idiota. Diga usted lo que diga, la razón siempre la tiene él.»—Cuna de gato, Kurt Vonnegut—«—No soy tu destino ni tu demonio -le dije-. ¡Mírate! ¡Viniste a matar al mal con tus manos desnudas y ahora te marchas con la misma gloria que un hombre arrojado junto a la carretera por un ómnibus Greyhound! ¡Y ésa es toda la gloria que te mereces! Eso es todo lo que se merece un guerrero que lucha contra el mal absoluto. Hay muchas razones para pelear; pero no existe ninguna para odiar sin restricciones, para imaginar que Dios Todopoderoso también odia como nosotros… ¿Dónde está el mal? El mal es esa enorme porción de cada ser humano que quiere odiar sin límites, que quiere odiar con Dios de su lado… Es esa porción de cada hombre que encuentra tanto atractivo en toda clase de monstruosidades. Es esa porción del imbécil que castiga y envilece y hace la guerra con alegría.»—Madre Noche, Kurt Vonnegut—

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